Voy a contar el final

A pesar de trazar una línea de hechos puntuales, me sigue pareciendo que la novela carece de motivaciones. Digo, la novela que escribo. Casi todos los actos me resultan gratuitos, me desenvuelvo más como titiritero que como creador. ¿Cómo sería posible, a través de qué palabras encadenadas, convertir cada escena, cada diálogo, en un episodio irreprochable, en un acontecimiento natural, que no se distinga de la vida misma? En este punto fracasa la novela. Tendría que enfocar la escritura en subsanar este defecto. Es el arte de la verosimilitud lo que tendría que alcanzar. La mímesis que detalló Aristóteles. Esta muy bien todo el juego experimental que proponen las vanguardias, pero el arte supremo, a mi juicio, el verdadero arte, consiste en crear un artefacto que nadie note, tan diáfano y creíble como esta mano que teclea. Nota: estudiar las grandes novelas, encontrar el mecanismo que las hace verosímiles. Como sea, nadie muere al final. Así termina.

Acerca de Juan F. Ospina

Escritor y fotógrafo.
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